sabato 20 dicembre 2025

Almendro Zaragoza: poda otoñal inteligente para reducir costes y mantener la producción

 

Con la llegada del otoño, entre octubre y noviembre, en los almendrales conducidos con el sistema Zaragoza es el momento de detenerse, observar las plantas y evaluar si intervenir. Es precisamente en esta fase cuando emerge la diferencia entre una gestión moderna y otra aún ligada a esquemas tradicionales. En Zaragoza, la poda deja de ser una operación repetitiva y costosa para convertirse en una intervención dirigida, rápida y coherente con un modelo productivo semimecanizado.

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El árbol se construye con el tiempo según una forma bien definida, el llamado “tronco de pirámide truncada”. Cuando en la campaña anterior se realizó una poda mecanizada con barra inclinada a unos 33 grados para definir la forma exterior, al año siguiente no tiene sentido volver a intervenir en el exterior. La estructura ya está definida y el árbol ha reaccionado emitiendo brotes jóvenes laterales que permanecerán productivos durante varios años, garantizando continuidad productiva y una forma adecuada para la cosecha mecanizada.

La poda otoñal se convierte así en un trabajo exclusivamente interno y muy rápido. De media, basta uno o dos minutos por árbol. El objetivo no es “limpiar todo”, sino respetar dos imágenes clave. La primera es la del “palmo de la mano”: el centro del árbol, en el punto de inserción de las ramas principales, debe permanecer abierto y despejado. La segunda es el “cono de luz”: la parte superior de la copa debe mantenerse libre para permitir la entrada de la luz. Si la luz entra, el árbol funciona correctamente; si no entra, cualquier poda pierde eficacia.

Cuando se interviene sobre ramas internas que cierran el centro u obstaculizan el cono de luz, la regla es clara y no admite excepciones: nunca cortes a ras. Siempre se trabaja a sperón, dejando 10, 15 o 20 centímetros de madera. El motivo es estrictamente agronómico. El corte a sperón estimula el rebrote, mientras que el corte a ras puede debilitar el árbol y crear zonas improductivas.

De este modo, incluso una rama interna inclinada o aparentemente inútil puede transformarse con el tiempo en una rama vertical ascendente, la estructura más eficaz para cargar almendras y facilitar la recolección. Es un enfoque que aprovecha la capacidad natural de renovación del almendro, en lugar de combatirla.

El planteamiento general debe ser pragmático. En el campo se habla de “caza mayor”: identificar de inmediato la rama más gruesa que cierra el cono de luz, eliminarla con un solo corte bien hecho y cerrar la intervención. No son necesarias refinaciones maníacas ni intervenciones estéticas. Aquí lo que cuenta es la eficiencia operativa.

La experiencia de campo demuestra que el almendro conducido con el sistema Zaragoza y gestionado de este modo muestra una fuerte aptitud tanto para la producción como para la renovación vegetativa. Los dardos lo confirman, pero sobre todo lo confirman los costes de gestión, que se reducen sin sacrificar el rendimiento productivo.

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Actividad divulgativa realizada en colaboración con:

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