Con la llegada del otoño, entre octubre y noviembre, en los almendrales conducidos con el sistema Zaragoza es el momento de detenerse, observar las plantas y evaluar si intervenir. Es precisamente en esta fase cuando emerge la diferencia entre una gestión moderna y otra aún ligada a esquemas tradicionales. En Zaragoza, la poda deja de ser una operación repetitiva y costosa para convertirse en una intervención dirigida, rápida y coherente con un modelo productivo semimecanizado.
El árbol se construye con el tiempo según una forma bien definida,
el llamado “tronco de pirámide truncada”. Cuando en la campaña anterior se
realizó una poda mecanizada con barra inclinada a unos 33 grados para definir
la forma exterior, al año siguiente no tiene sentido volver a intervenir en el
exterior. La estructura ya está definida y el árbol ha reaccionado emitiendo
brotes jóvenes laterales que permanecerán productivos durante varios años,
garantizando continuidad productiva y una forma adecuada para la cosecha
mecanizada.
La poda otoñal se convierte así en un trabajo exclusivamente
interno y muy rápido. De media, basta uno o dos minutos por árbol. El objetivo
no es “limpiar todo”, sino respetar dos imágenes clave. La primera es la del
“palmo de la mano”: el centro del árbol, en el punto de inserción de las ramas
principales, debe permanecer abierto y despejado. La segunda es el “cono de
luz”: la parte superior de la copa debe mantenerse libre para permitir la
entrada de la luz. Si la luz entra, el árbol funciona correctamente; si no
entra, cualquier poda pierde eficacia.
Cuando se interviene sobre ramas internas que cierran el centro u
obstaculizan el cono de luz, la regla es clara y no admite excepciones: nunca
cortes a ras. Siempre se trabaja a sperón, dejando 10, 15 o 20 centímetros de
madera. El motivo es estrictamente agronómico. El corte a sperón estimula el
rebrote, mientras que el corte a ras puede debilitar el árbol y crear zonas
improductivas.
De este modo, incluso una rama interna inclinada o aparentemente
inútil puede transformarse con el tiempo en una rama vertical ascendente, la
estructura más eficaz para cargar almendras y facilitar la recolección. Es un
enfoque que aprovecha la capacidad natural de renovación del almendro, en lugar
de combatirla.
El planteamiento general debe ser pragmático. En el campo se habla
de “caza mayor”: identificar de inmediato la rama más gruesa que cierra el cono
de luz, eliminarla con un solo corte bien hecho y cerrar la intervención. No
son necesarias refinaciones maníacas ni intervenciones estéticas. Aquí lo que
cuenta es la eficiencia operativa.
La experiencia de campo demuestra que el almendro conducido con el
sistema Zaragoza y gestionado de este modo muestra una fuerte aptitud tanto
para la producción como para la renovación vegetativa. Los dardos lo confirman,
pero sobre todo lo confirman los costes de gestión, que se reducen sin
sacrificar el rendimiento productivo.
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Actividad divulgativa realizada en colaboración con:

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