El cultivo del limón en la Península Sorrentina y en la Costa Amalfitana
atraviesa una fase crítica. A pesar del valor paisajístico, histórico y
comercial de estos territorios, la realidad agronómica actual pone de
manifiesto importantes problemas estructurales: plantaciones obsoletas,
dificultades fitosanitarias recurrentes, una gestión hídrica inadecuada y un
abandono progresivo de las técnicas de cultivo modernas.
El resultado es evidente para todos: plantas agotadas, producciones
irregulares, frutos de calidad inconsistente y una creciente pérdida de
competitividad. Para evitar el declive definitivo de uno de los símbolos de la
citricultura italiana, es necesario un cambio de rumbo decidido.
La solución propuesta por el agrónomo Vito Vitelli es clara y
contundente: una auténtica “poda de reforma”, entendida no como un simple
corte, sino como una reconsideración completa del sistema de cultivo.
1. Superar la ineficiencia de las
plantas “gigantes”
Estas plantas, aunque imponentes, resultan hoy poco productivas y poco
eficientes. La reforma prevé la eliminación de la madera improductiva,
favoreciendo la formación de nuevas ramas funcionales, más luminosas, aireadas
y realmente productivas. El objetivo no es “cortar para reducir”, sino
reconstruir una planta que vuelva a funcionar correctamente.
2. La paradoja de la densidad:
más plantas, pero mejor gestionadas
No se trata de aumentar el número de plantas de forma indiscriminada,
sino de cambiar completamente la filosofía de gestión del limonar, pasando de
una estructura monumental a un sistema agrícola moderno, racional y sostenible.
3. Actuar de inmediato: el tiempo
es un factor decisivo
Las razones históricas que llevaron al desarrollo de los sistemas
tradicionales son comprensibles, pero ya no son sostenibles en el contexto
actual. Se necesitan decisiones valientes, técnicas y conscientes.
Conclusión: la reforma como acto
de responsabilidad
Es como restaurar un edificio antiguo: no basta con repintar la fachada
si las instalaciones internas están deterioradas. Es necesario intervenir en
profundidad, con criterio, para que la estructura vuelva a ser habitable,
eficiente y duradera.
Solo así el limón de la Península podrá seguir siendo no solo un
símbolo, sino también un recurso económico concreto para las nuevas
generaciones.
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Nota editorial:

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